El fenómeno conocido como Melissa alcanzó vientos extremos y se movió muy lentamente sobre Jamaica, lo que multiplicó el impacto por horas: rescates en zonas anegadas, daños severos a infraestructura crítica —incluyendo hospitales— y desalojos masivos en parroquias como Saint Elizabeth. Las autoridades locales han reportado cortes generalizados de energía para cientos de miles de habitantes y la habilitación de refugios que ya operan por encima de su capacidad. Los informes iniciales indican pérdidas considerables en viviendas e infraestructura rural; el gobierno ha solicitado asistencia internacional y activado planes de contingencia para apoyo humanitario y reconstrucción. Analistas climáticos subrayan la relación entre la intensidad de la tormenta y el calentamiento oceánico, lo que plantea preocupaciones sobre la resiliencia de la región ante fenómenos cada vez más extremos.