El torneo concluyó con Portugal imponiéndose en la final (reportes del 27 de noviembre de 2025), y técnicos celebran la calidad de la camada juvenil que proyecta talento hacia clubes europeos.

La final y el torneo en general mostraron promesas juveniles y modelos formativos eficaces. Observadores destacan cómo competiciones sub-17 sirven de vitrina para clubes y agentes, y la importancia de políticas nacionales de desarrollo de cantera. Las federaciones participantes analizan el rendimiento para ajustar planes de formación.
 
Éxitos en categorías juveniles suelen anticipar generaciones competitivas; sin embargo, la transición a nivel profesional exige seguimiento en entrenamiento, educación y gestión de carrera.
 
El balance final resalta inversión en formación y oportunidades para jóvenes futbolistas; mercados de transferencia ya observan talentos.